Este curso nació antes que yo. De hecho es una creación colectiva, así que ignoro el origen global. Yo he unido inquietudes que otros también tuvieron y piezas descubiertas por otros. Sea como sea, en las siguientes líneas voy a explicar, lo que me movió a mi a crearlo, su origen motivacional, que parte de mis abuelos.
Mi abuela materna, Bárbara, fue la mayor de 7 hermanos. Su familia vivió en la ruralidad de un pueblo de Huesca, Aragón, durante la España de la república. Ella siempre explicaba que en su casa no les faltaba de nada, lo producían todo ¡Incluso contaban con una burra que les ayudaba en las tareas del campo!
El trabajo en su casa era abundante y desde muy temprana edad, apoyaba cotidianamente en la casa y el cuidado de sus hermanos menores, cosa que hacía con gusto, porque era muy activa y dada a cuidar de sus seres queridos. La caracterizaba una gran inquietud intelectual, una curiosidad que la llevaba a buscar más allá de su aldea, su gente y su propia forma de vida, aunque el exceso de trabajo y la falta de dinero fueron los condicionantes para que sólo pudiera ir a la escuela durante un curso.
Conociendo a la mujer que fue, la imagino como una niña de voluntad firme y grandes recursos intelectuales. Su enorme pasión por el conocimiento y por la lectura consiguieron que ese sólo curso fuera suficiente para adquirir una base firme de lectoescritura que le permitió seguir alimentando su conocimiento, sorteando todas las limitaciones que la falta de dinero le ponía. Nos contaba que, las pocas veces que recibía algo de dinero, lo gastaba en la compra de un libro y que, si alguien de su entorno disponía de algo de capital, ella se esforzaba en convencerle para que comprara un libro que podrían leer ambos.
¡La capacidad de mi abuela para aprender de forma autogestiva era impresionante! Tanto que, antes de morir, la “analfabeta” era capaz de leer en francés y en inglés, además de en español y había escrito, por lo menos, un par de libros que fueron acogidos de muy buen grado por el público.
Mi abuelo materno, Guillermo (o William) también escribía. Él profesionalmente. El dinero que llegaba a la casa en que creció mi madre provenía de la creatividad y gran cultura de mi abuelo. William era hijo de una institutriz inglesa —Mery Higgins Hippkis—. Ella trabajaba para una familia noble española y mi abuelo creció recibiendo la misma educación que su madre impartía a los más jóvenes de la Casa de Mora y Aragón.
La curiosidad y amor por el conocimiento encendieron en él la inquieta llama de la aventura y, siendo muy joven, embarcó como tripulante de un navío mercante que navegaba por todo el mundo. Ese trabajo le permitió conocer vivencialmente mucho más de lo que había aprendido con su madre.
Me hubiera gustado mucho conocerlo, mas él murió 5 años antes de que yo encarnara.
“Tu abuelo era un hombre muy culto y muy sabio” —me transmitían sus amigos y aprendices—.
Y es que mi abuelo era un “influencer” de la España de la posguerra. Y, como no existía Youtube, ni Instagram, ni blogs, lo que hacía, en un tiempo en que reunirse era delito, era reunirse con ellos en su propia casa para nutrir la sed de conocimiento de sus amigos.
Mi abuela era feliz en este ambiente. Su interés y su inteligencia recibían todo el estímulo que necesitaban.
Incluso después del fallecimiento de mi abuelo, su casa era un constante ir y venir de gente, a cual más interesante. Gentes que dedicaban sus vidas al estudio de la naturaleza, de la vida, de la humanidad, de la historia, de las culturas, de las religiones, de las enseñanzas esotéricas y herméticas, de las capacidades dormidas del ser humano… Todos ellos mantenían viva su memoria, en la casa y en el mundo y así llegó su legado hasta mí.
Ellos me transmitieron una realidad que va más allá de los límites de lo visible a simple vista. Crecí recibiendo un legado cognitivo de tal riqueza que, incluso hoy, difícilmente está a nuestro alcance. Me siento bendecida por esto.
Muchos de los conceptos que la mayoría ha conocido más allá de la adolescencia, o incluso mucho después, forman parte de la descripción del mundo que había frente a mis ojos desde que llegué a lo que llamamos “este mundo”.
Partiendo de ahí, durante toda mi vida he buscado respuestas a las grandes incógnitas que muy tempranamente me retaron. Completar mi visión de la realidad ha sido una ardua labor que ha requerido tiempo. Era necesario enlazar acontecimientos que tenían que irse sucediendo, vinculados y encadenados, desde mis percepciones y mis sentimientos, pasando por mi piel y por tu piel, hasta tus sentimientos y percepciones, para llegar a la sociedad en que vivimos, y a la tierra que nos sustenta y seguir, hasta más allá de nuestro sistema solar.
Y es ahora, a mis 62 años, que tengo la gratificante sensación de tener todas las piezas que conforman el puzle. ¡Fíjate!
Este es un momento para mí muy importante y quiero celebrarlo entregándolo para que siga creciendo.
Cuántos más participamos de una creación, más se refina y perfecciona. Y es que, al final, es la propia humanidad la que crea, a través de nosotros, como vehículos con capacidad de materialización.
Yo entrego esta «ventaja» que supone mi linaje ancestral para aportar más consciencia colectiva.
Si las preguntas ¿Quienes o qué somos, dónde estamos, qué vivimos, cómo lo vivimos y… para qué lo vivimos? resuenan en tu inquietud, creo que este curso resuena contigo.